Donald Trump aplica terrorismo arancelario

Portada    miércoles, 16 de abril de 2025

  • Un día impone gravámenes, otro los quita o suspende; amenaza y “flexibiliza”, mientras países intentan dilucidar cuál es la estrategia y pierden la confianza en EU
  • Trump, una polìtica de terrorismo arancelario
  • El presidente de EU impone gravámenes y luego los quita como borrar un tuit; bancas de inversión alertan de recesión y los países dejan de confiar en su socio

El Estados Unidos de Donald Trump ha cambiado de nombre. Para el mundo entero, ahora es Arancelandia.

Lo que otras administraciones esgrimieron con cautela, al defender la importancia de las alianzas comerciales, Trump lo ha convertido en “terrorismo arancelario” que aplica para castigar, tratar de forzar a negociar o para que “suene bien” entre su base electoral.

“En Arancelandia no se castiga para corregir, se castiga para recordar quién manda. Y si eso incluye un tomate o un litro de agua, mejor”, comenta a EL UNIVERSAL el politólogo Pablo Salas.

Aunque Trump insiste en que el impacto de sus tarifas en la economía estadounidense pasará, no todos están de acuerdo. Bancos de inversión como Goldman Sachs advierten que un escenario que en 2024 no se vislumbraba, como una recesión, hoy es más que posible. Socios comerciales de Estados Unidos se quejan de que este país ya no es de fiar.

Aranceles de 25% a las importaciones que después suspende, otro 25% al acero y aluminio, 25% más a las importaciones de vehículos, aranceles recíprocos que después frena también, entre denuncias de manipulación de mercado, son la constante. “Se castiga lo que ayer se celebraba... Primero se firma un acuerdo de integración y luego se impone un castigo por haberlo seguido. Esto no es política, es ensayo y error, con la incertidumbre de que haya consecuencias legales”, puntualiza Salas.

Mientras empresarios llaman a Trump a la moderación, exfuncionarios de su primera administración advierten caos y una forma de hacer política “muy costosa” para los estadounidenses.

Automotrices alertan del impacto. La incertidumbre reina por que mañana podría imponer o suspender más aranceles.

Miami.— El presidente estadounidense, Donald Trump, ha llevado a nuevos niveles su política arancelaria. O como lo definen algunos, su “terrorismo arancelario”. Aranceles para todo y por todo.

Estados Unidos se ha convertido en Arancelandia, y el impacto, aunque él insiste en que “pasará”, lo resienten los ciudadanos de a pie, y ha llevado a empresarios a alzar la voz en contra y a la justicia a iniciar investigaciones ante las sospechas de que Trump está usando los aranceles para beneficiarse a él mismo o a sus “cuates” manipulando los mercados. Larry Fink, director ejecutivo de BlackRock, y Goldman Sachs advierten de una posible recesión donde antes ni se vislumbraba.

Desde su regreso a la Casa Blanca, el 20 de enero, Trump maneja la política comercial estadounidense como uno de sus reality shows: castigos, sorpresas y, sobre todo, improvisación. México, Canadá, China, la Unión Europea (UE) y el resto del mundo intentan dilucidar la estrategia donde no la hay, mientras apresuran, como pueden, medidas para mitigar el impacto. Plan A, B, C y D, como los que la presidenta Claudia Sheinbaum dijo tener, se vuelven necesarios ante la incierta política estadounidense. Acero, tomate, automóviles, tecnología, nada se salva del dedo de Trump. “Cada arancel que impone el gobierno estadounidense no responde a una estrategia, sino a impulsos” comenta a EL UNIVERSAL el politólogo Pablo Salas. La política exterior ya no se discute entre cancilleres del mundo. Se firma desde el Despacho Oval sin análisis.

El Departamento de Comercio de EU anunció que impondrá una “cuota” de 20.91% al jitomate mexicano a partir del 14 de julio. El acuerdo de suspensión de 2019, que durante seis años mantuvo a raya una guerra de jitomates, fue enterrado con una frase del gobierno: “El acuerdo de 2019 no protegió adecuadamente a nuestros productores. Es hora de restaurar la competencia justa”.

En Florida, los agricultores, sombreros en mano, con aplausos y vítores, celebraron como si se tratara de ganar una batalla contra México. Ahí, donde el tomate es bandera local y Trump es aún más popular que el beisbol, la decisión se interpretó como justicia tardía. Pero para los economistas, la medida, como ha ocurrido con las demás tarifas de Trump, se traduce en precios más altos del jitomate que se consume en EU. “Veremos los resultados en los supermercados, en las mesas de las casas, en las bolsas de los padres de familia”, dice Salas, al recordar que nueve de cada 10 tomates que entran al país proceden del campo mexicano.

Cuatro días antes, tras las quejas de agricultores de Texas por el agua que México debe a Estados Unidos bajo el Tratado de Aguas de 1944, Trump sacó otro comodín bajo la manga: “México le debe a Texas 1.3 millones de acres-pies de agua. Si no cumplen, enfrentaremos esta injusticia con aranceles y sanciones”. Tras el gravamen o la amenaza no hay informes técnicos, ni auditorías, ni estudios de impacto. Sólo una queja sectorial, una base electoral fiel y una reacción presidencial hecha decreto.

“En Arancelandia no se castiga para corregir, se castiga para recordar quién manda. Si eso incluye un tomate o un litro de agua, mejor. Son cosas que la gente entiende, que se ven”, explica Salas. Los anuncios de Trump han llegado a tomar por sorpresa a su propio gabinete, evidenciando una presidencia totalmente vertical donde el que sabe, anuncia y luego puede revirar, es uno solo.

En el reality de Trump, México es el villano favorito. El 1 de febrero, firmó un decreto imponiendo un arancel general de 25% a las importaciones provenientes de México, citando la necesidad de frenar la inmigración y el tráfico de fentanilo. La medida iba a entrar en vigor el 4 de marzo, pero fue pospuesta al 2 de abril.

El 12 de marzo entraron en vigor aranceles de 25% al acero y el aluminio. El 3 de abril se sumó otro golpe: un arancel de 25% a todos los vehículos importados que no cumplieran con las reglas del T-MEC. “Lo más curioso es que se castiga lo que ayer se celebraba (...) Primero se firma un acuerdo de integración y luego se impone un castigo por haberlo seguido. Esto no es política, es ensayo y error, con la incertidumbre de que haya consecuencias legales”, dice Salas.

Michael R. Strain, del American Enterprise Institute, advierte que “este tipo de actitud arancelaria termina siendo una forma muy costosa de hacer política”. Según la empresa UBS, en el caso de los aranceles a los vehículos, el costo por unidad para las automotrices que ensamblan fuera de EU aumentará por lo menos 4 mil 300 dólares. Dan Levy, analista de Barclays, señala que “las implicaciones de los aranceles llevarán a muchas compañías a retirar o reducir sus guías financieras futuras”.

Los empresarios han llamado a Trump a moderar su terrorismo arancelario. Incluso Robert Lighthizer, clave en la política comercial en el primer gobierno de Trump (2017-2021), externó su preocupación: “Esto ya no es competencia por productividad; es una guerra declarada por presiones políticas internas. Estamos usando los aranceles como si fueran tuits”.

El 12 de abril, Trump anunció una exención temporal de aranceles para teléfonos inteligentes y computadoras portátiles, entre otros. Un día después, “aclaraba” que la exención es mientras se diseñan tarifas específicas. “El día que se levanta con buen humor, salva el iPhone. El día que se levanta molesto, castiga al jitomate mexicano. Es la política comercial en la actualidad”, lamenta Salas.

Impuso aranceles recíprocos que luego suspendió 90 días, para “negociar. “Estados Unidos ya no es un socio confiable”, advirtió el primer ministro canadiense, Mark Carney. “Aquí, cada tratado y arancel asignado dura lo que un buen o mal desayuno puede provocar en el humor de quien dirige la economía más poderosa del mundo”, concluye Salas. •

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